jueves, 26 de agosto de 2010

roberto doveris dice

No me pidas que no lo lamente, cortometraje dirigido por Constanza Fernández y presentado en Fesancor 2009, acaba de ser lanzado en una edición en DVD que además incluye el trailer de Mapa para conversar, el primer largometraje de la directora que pronto será estrenado en el país.

La pieza, de 25 minutos de duración, retrata una noche en casa en donde una pareja de mujeres discuten sobre la fidelidad, intentando definir qué tipo de relación tienen entre copas de vino, un hijo pequeño durmiendo en el sofá y crème brûlée. Sin embargo la noche se alarga, la conversación se vuelve áspera y las tensiones afloran evidenciando la inestabilidad inherente a cualquier relación humana. La fragilidad de los lazos, la indecisión, el afecto y el rencor entran en pugna mientras Fran y Loreto se encuentran y desencuentran en el transcurso de esta agitada noche.

Además de tener una excelente estructura dramática ligada a las complejidades que experimentan los personajes en la situación, que van del deseo al rechazo, resulta interesante No me pidas que no lo lamente en tanto exhibe las dificultades que se presentan en las maneras alternativas de enfrentar una relación amorosa, lidiando a la vez con elementos de la figura tradicional de pareja y nuevas formas de constituir lazos amorosos con autonomía de las prescripciones morales heteronormativas. Éstas, en vez de ofrecer una posibilidad de movilidad de roles, zanja un conjunto de límites dentro de los cuales ninguno de los dos personajes desea verse inmiscuido.

En ese sentido la conversación no sólo es un fluir de sentimientos, sino más bien es una declaración de principios que los individuos realizan en función de un descreimiento respecto de las estructuras sociales clásicas encarnadas en el matrimonio. Interesante resulta, además, la ambigüedad de los personajes en tanto se mueven entre el egoísmo individualista y las intenciones reales de comunicarse con el otro; es así como las influencias del último cine de C. Chabrol, las primeras películas de R. Polanski y la crudeza de J. Cassavettes se hacen visibles en este cortometraje que es a la vez un juego de poder, una declaración de amor y un cuestionamiento sobre nuestra época.

Roberto Doveris